martes, 11 de febrero de 2014

EL MAYOR TESORO POLACO

Hoy voy a contarles mi primer viaje como postdoc Marie Curie (allá por Septiembre del 2011) y, como si el destino lo hubiese preparado para mi, fue al país de Maria Salomea Sklodowska-Curie, más conocida como Marie Curie. La finalidad de mi viaje era asistir a un congreso de becarios Marie Curie en Varsovia pero, para aprovechar el viaje, decidí tomarme unos días para conocer Cracovia y sus alrededores.
Hace tiempo que quiero hablarles de este país, Polonia. Como además me estoy leyendo un libro que transcurre allí ("La bibliotecaria de Auschwitz" de Antonio G Iturbe) y, el otro día un amigo me comentó que está pensando en hacer un viaje a Polonia, creo que son demasiadas señales que me están gritando que cuente mi impresión de este país.
Fueron tantas cosas las que me marcaron en este viaje que no sabría por dónde empezar. Así que, para ser justa, hablaré de lo primero que me enamoró del país, la gente.
Cuando una vive en París donde la gente tiene un carácter más bien "gris" piensa que todo es consecuencia del clima de la ciudad. Por eso, una sigue este razonamiento y, piensa que en un país con un clima más duro que el de París, la gente tiene que ser muy fría. Pero, cuando una pone un pie en Polonia se da cuenta que de que la hipótesis de partida es falsa.
Recuerdo mi llegada a Polonia. Mi vuelo aterrizaba en Cracovia y, cuando salí del aeropuerto tuve la brillante idea de tomar un bus que llevaba hasta la ciudad. La idea parecía buena: medio de transporte público, barato y, que me permitía moverme como alguien integrado en el país. Sólo que olvidé tener en cuenta que: no conocía la cuidad y, no tenía ningún mapa. Pero, cuando me percaté de este pequeño inconveniente, ya era tarde porque estaba sentadita en el autobús con un señor de unos 80 años sentado frente a mi. Decidí relajarme y, bajarme en donde mi instinto me diese a entender (aún no me había familiarizado con el idioma polaco y, por otro lado, entre mis "brillantes ideas" no se me ocurrió preguntar a nadie por la parada que me dejase cerca del centro, claro que, tampoco sabía si yo iba exactamente al centro). Mientras esperaba a que mi instinto se decidiese por un lugar donde apearme, el señor mayor que estaba sentado frente a mi empezó a hablarme... en polaco. Como no sabía que me decía, probé a hablarle en inglés... nada... él seguía intentando preguntarme algo y, por primera vez en el viaje se me iluminó el cerebro. Recordé que, entre las muchas invasiones que había tenido Polonia a lo largo de su historia, la más reciente era su pertenencia a la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial de modo que, decidí probar a hablar con el señor en ruso y, ¡bingo! pude entender que el hombre me estaba preguntando por mi origen y, así pasé el rato conversando con este señor.
Llegó  un momento en el que decidí saltar del bus y, tuve la suerte de parar a pocos metros de un kiosko donde vendían mapas de la ciudad. Una vez con mi mapa en mano intenté ubicarme pero... no tenía ningún punto de referencia porque no sabía en qué calle estaba. Mientras intentaba posicionarme y bailaba con el mapa entre mis manos, una chica de unos 40 años se acercó a preguntarme si necesitaba ayuda. Cuando le dije hacia donde iba, me respondió que ella tenía que pasar cerca de donde estaba mi hotel así que, una que es muy confiada cuando está en un país que desconoce y en el que no habla la lengua de origen... decidí dejar que la chica me guiase.
De camino hacia mi hotel cruzamos todo el centro y, mientras, la chica me iba dando unas nociones de dónde comer, dónde salir a tomar algo, lugares para visitar... y, dónde estaban los bares más frecuentados por españoles (casualmente los que cerraban más tarde).


Tras dejar mis cosas y, con la confianza de haber captado varios puntos de referencia para orientarme, salí con mi mapa a pasear por la noche de Cracovia.
Puerta de San Florian

Basílica de Santa María

Plaza del Mercado

Calles junto a la Plaza del Mercado

Lo primero fue buscar un lugar para cenar. Para poder conocer más en profundidad Polonia, decidí buscar un restaurante de comida tradicional polaca. Aunque al principio pensé que no me sentiría muy cómoda entrando en un restaurante a cenar yo sola, sin hablar polaco y, siendo turista, la verdad que el restaurante me gustó tanto que durante todos los días que estuve en Cracovia fui al mismo sitio, hasta tal punto que, el segundo día ya se acordaban de mi, sabían que cerveza tomaba y, tras la comida me invitaban a un poco de bebida digestiva (vodka polaco).





Y, aunque mi viaje a Cracovia lo hice sola, como suele ocurrir en todos los países en los que le hacen sentir a uno como en casa, mis aventuras polacas estuvieron siempre acompañadas por gente amable que querían mostrar la belleza y la cultura del país a la española que vivía en París. Incluso consiguieron que aprendiese a decir algunas cosas en polaco (con perdón pero, he de reconocer que, el ruso me ayudó a aprendérmelas)

Obviamente, queda mucho que contar de Polonia pero, creo que la parte de las visitas turísticas (con un importante toque histórico) se merecen su propio espacio.
De modo que, para concluir y, hasta que vuelva a contarles la segunda parte de mi impresión sobre Polonia, solo os diré que, unos meses después de mi viaje a Polonia, mi amigo Armando (que por aquel entonces también vivía en París) vino a preguntarme sobre mi viaje, puesto que tenía un congreso en Cracovia y quería saber si merecía la pena tomarse unos días de vacaciones para conocer Polonia. Yo le respondí que yo me enamoré de Polonia.
A su vuelta, le pregunté por su viaje y, su respuesta fue: "después de conocer Cracovia, uno se da cuenta que hay cuidades como París que están sobrevaloradas"

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