miércoles, 7 de marzo de 2018

8 de MARZO. ¿CÓMO LE EXPLICO ESTO A LA ABUELA?


Mañana se celebra el Día Internacional de la Mujer. Este año parece que el movimiento va a ser masivo al estar acompañado de una huelga, una huelga de mujeres, una huelga que más que parar el mundo, pretende marcar un punto de partida, un punto de “hasta aquí hemos llegado, ahora todo tiene que cambiar”.


¿Qué le pasa al mundo que parece el mismo mundo de hace 40 años? eso sí, ahora, todo es en versión digital y, quizás por eso me cueste, abuela, explicarte que, quizás las cosas no han cambiado tanto como parecen.

Abuela, ¿recuerdas cuando me mirabas y me decías que si tú tuvieras mi edad te pondrías una buena minifalda y saldrías a la calle y, pobre el que se le ocurriera acercarse a ti? Bueno, pues quizás, aunque hubieras tenido mi edad, no lo hubieras hecho.
La calle, sobre todo cuando cae la noche, es una jungla. Vuelves a casa, sola y caminando porque estás a dos minutos de tu portal. Pero esos dos minutos pueden ser eternos. Detrás de cada esquina, en el recoveco de los  portales, tras un contenedor de basura te puede salir un depravado y hacer contigo lo que le plazca. Si tienes valor de luchar, intentará usar su fuerza y disfrutará viendo cómo te vas agotando. Si el miedo te paraliza, disfrutará de tu silencio. Pero la historia no acaba aquí. Cuando cuentes lo que te ha pasado tendrás que dar explicaciones sobre tú vida, tus amistades, los lugares qué frecuentas… Porque en esto, poco ha evolucionado nuestra sociedad respecto a aquella mentalidad de la dictadura en la que la mujer era un mero objeto. Bueno, quizás algo haya cambiado. En esta sociedad en la que nos gusta tanto compartir, los depravados disfrutan compartiendo a la víctima, se sienten gloriosos por su trabajo en equipo, por sus hazañas grupales. Yo no quiero dejar de salir sola a la calle, cuando, donde y como me apetezca por miedo a que me pueda pasar algo.
El 8 de Marzo del 2018 es un basta ya a esto, basta de que nosotras no podamos tener libertad para movernos por las calles. El 8 de Marzo, las calles las haremos nuestras.

Cómo te explico yo, abuela, que cuando me decías que era muy lista y que con mis notas llegaría muy lejos, llegué tan lejos que hasta crucé el Atlántico para irme a trabajar porque en España, antes de la crisis, nada era suficiente y, desde que llegó la crisis, estoy sobre-cualificada. ¿Ves?, no hacía falta estudiar tanto para estar un mes sí y al siguiente también en paro.
Siempre dices que tu pena es no haber podido estudiar. No tengas pena, que ya estudié por ti y, como ves, mi vida está lejos de ser una vida acomodada. Una tesis doctoral, 6 años trabajando en ciencia fuera de España, 3 idiomas hablados perfectamente, por no decir todos los añadidos que tengo en formación y experiencia. Pero, no basta. Trabajos precarios, sueldos de mierda, eso sí, a nadie le tiembla la mano para aprovechar los conocimientos extras que tengo, pero a cero euros, que estamos en crisis. Y, si no te gusta, ¡te vas!

Por no decir que, los 36 años, esa edad en la que tú y mi madre ya teníais toda la vida organizada, para mí es como vivir en la incertidumbre de los 20. ¿Sabes que en cada entrevista de trabajo me preguntan por mi pareja, si tengo intención de tener hijos? ¿Sabes que tengo que dar explicaciones de por qué decidí venirme a vivir a Navarra? ¿Sabes que en cada entrevista tengo que mentir sobre mi vida personal? Por no hablar de la sorpresa que genera mis años en Argentina, “¿pero te fuiste tú sola a vivir allí?”. Y cuando oigo esa pregunta de gente que me entrevista para un puesto de trabajo, no sé si estoy hablando con gente de recursos humanos o contigo. Porque esta pregunta me la habrías hecho tú, abuela. Pero tú, no con maldad, si no como alguien que tuvo que vivir otra época y que educaron en otra mentalidad. En ti lo entiendo, que ni siquiera terminas de entender cómo usar el móvil, pero no la concibo ni la tolero en gente que se prodiga con sus móviles de última generación, tablets y otros aparatos que les sirve para disfrazarse de “modernos”. ¿Modernos?
El 8 de Marzo es un basta ya. Tendré hijos si me da la gana y, no, a nadie le importa mi vida privada si lo que está buscando es una trabajadora. Ya basta de que en nuestro CV pese más nuestro útero que nuestros méritos.

Ya ves, abuela. Estamos en el 2018 pero aún luchamos por ser libres y por la igualdad. A veces, entiendo a la otra abuela. Ella prefirió desconectar su mente de este mundo y, quizás, tenga razón porque supongo que tiene que ser duro ver que lo único que avanza es “el internet”.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Auschwitz, el lugar donde la muerte se hizo inmortal (Polonia 3ª parte)

Aunque hay historias que es mejor olvidar, en algunos casos, el olvido puede ser peligroso y dejar que se vuelvan a cometer los mismos errores. Y, aunque durante la II Guerra Mundial, los campos de concentración, donde tuvo lugar uno de los mayores crímenes cometidos contra la humanidad, estaban situados en varios países (Austria, Alemania…), en Polonia se situa el más conocido: Auschwitz-Birkenau.
A mi vuelta de Polonia, muchos me preguntaron si fui capaz de visitar Auschwitz. Sin duda, este lugar no deja indiferente a nadie y, visitarlo te permite entender mejor muchas de las cosas que uno puede leer sobre los campos de concentración y lo que allí pasaba durante la II Guerra Mundial. 
Para mi, hubo un antes y un después de conoce Auschwitz y, los ojos con los que leo ahora cualquier historia sobre la II Guerra Mundial en relación con los campos de concentración y, en especial con Auschwitz es muy distinta.


El día anterior a visitar Auschwitz había estado recorriendo las calles de Cracovia y, visité el gueto de Podgorze, en el barrio de Kazimiertz. Este gueto fue creado por los Nazis en 1941 para sacar a los judíos del centro de la ciudad. En él tuve, además, la suerte de darme un paseo por la fábrica de Schindler (gracias a la cual se salvaron de la muerte miles de judíos y, conocida por la película dirigida por Spielberg “La lista de Schindler”). Tras agrupar a los judíos en guetos, estos eran llevados a los campos de concentración. Allí, los prisioneros eran separados entre los que, según los dirigentes nazis que realizaban la selección, no servían para nada (que eran llevados inmediatamente a las cámaras de gas; y, los que tenían alguna utilidad (y, se les permitía el "lujo" de vivir en condiciones infra-humanas un tiempo más). Pero además de seleccionar a las personas, también se las etiquetaban. Cada prisionero de los campos de concentración portaba en su roma un símbolo que determinaba su condición (judio, homosexual, preso político...)

Barrio de Kazimierz

Barrio de Kazimierz

Barrio de Kazimierz

Barrio de Kazimierz
Códigos usados por el ejército nazi para clasificar a los prisioneros

Auschwitz está dividido en dos partes. La primera en construirse fue Auschwitz I, situado en la localidad del mismo nombre, a unos 70 km de Cracovia. Decidí visitar este lugar sola y, creo que fue una idea muy acertada porque, uno necesita un tiempo consigo mismo para digerir todo lo que allí había. De antemano, había leido que, si bien inicialmente, esta parte del campo de concentración fue construido como cárcel para los presos políticos polacos, más tarde albergó a miembros de la Resistencia, gitanos, homosexuales y judíos.

Era un día soleado de finales de Septiembre del año 2011, la temperatura era agradable y, eso hacía que al llegar a la primera parte del campo de concentración fuese más fácil contener las emociones. Auschwitz I me recibió con algunos grupos de turistas pero, a pesar de eso, es fácil permanecer aislado y dejar que el lugar te encierre en su propia historia. La construcción de esta parte del campo de concentración se inició en 1940 y, más de 70 años después sigue recibiendo a los que allí llegan con ese mensaje situado encima de la puerta de entrada que dice “el trabajo hace libre”.






Aun sabiendo que uno puede entrar y salir cuando pueda, o recorrer los distintos rincones del campo en completa libertad los alambres con pinchos, que en los años de la II Guerra Mundial estaban además electrificados, invitan a cambiar la ruta y alejarse de ellos.







Hace más de medio siglo que la muerte salió del Auschwitz I pero, sin embargo, aún no se han borrado sus huellas y, mientras uno pasea por el exterior se va encontrando con las horcas, la pared de fusilamiento y… un barracón que en su día fue una cámara de gas. No son más que cuatro paredes, sin ventanas, oscuro, frio, vacío y, sin embargo cada esquina, cada trozo de pared grita muchas historias que pusieron fin en ese lugar.

Zyklon B (pesticida elaborado a base de cianuro, usado en las cámaras de gas)




Cámara de gas

Desde el interior de los barracones se ve el día soleado, el cielo azul, el verde de los árboles, se oyen a los pájaros cantar pero, dentro… todo es siniestro. Cada parte de este lugar que, hoy en día es un museo sobre Auschwitz-Birkenau, cuenta cada una y, seguramente no todas, de las atrocidades cometidas durante la guerra. Las fotos de personas de mirada triste, bajo una delgadez extrema, vestidos todos igual (el famoso pijama de rayas) y con la cabeza rapada pone caras al terror. Cada una de las vitrinas que muestran los distintos objetos que el ejército nazi quitaba a sus víctimas (quizás lo único que les quedase después de que les hubiesen quitado la dignidad) hacen recordar y poner imágenes reales a los hechos que uno tantas veces ha leído en los libros: objetos personales (gafas, prótesis, peines…) zapatos, juguetes, el pelo… y, las maletas. Maletas que aún conservaban los nombres y las direcciones de sus dueños y, que uno se pregunta si alguna vez consiguieron recuperar la libertad o, si al igual que las maletas, nunca más salieron de aquel infierno.










Entre las salas del museo, también encontré un rincón para avergonzarme de la Ciencia, o más bien del afán que invade a algunos científicos de encontrar respuestas sin importar por dónde hay que pasar para conseguirlas, todo representado por ese médico atroz llamado Mengele y sus experimentos usando personas, especialmente niños gemelos.




Cuando sales de esta primera parte del campo, uno ya ha conseguido poner tanta realidad a lo que está escrito en los libros sobre Auschwitz y la II Guerra Mundial que, a pesar del día soleado, por dentro uno se siente sumergido en un estado entre la tristeza y la reflexión.

En la segunda parte del campo, situada a 3 km de esta primera, conocida como Auschwitz II (Auschwitz-Birkenau) no quedan apenas restos de lo que fue. Salvo la torre de control de la entrada que te da la bienvenida y algunos barracones originales, el resto fue destruido por el ejército nazi antes de la llegada de los aliados para evitar dejar pruebas de lo que allí ocurrió.







Si la primera parte de la visita a Auschwitz-Birkenau te “habla” de la parte más personal de los que allí estuvieron, la segunda parte “cuenta” cómo tuvieron que vivir. Las condiciones de hacinamiento, barracones mal ventilados y a la vez mal aislados, letrinas sin un sistema de evacuación…







Resulta anecdótico que, en esta zona de Auschwitz-Birkenau se ubicaba el llamado “campo familiar” en donde había familias y, los niños no eran ejecutados por “no ser útiles”. Pero, indagando en los libros de Historia se encuentra la explicación. Los nazis usaron esta parte del campo de concentración para “vender” a los Supervisores Internacionales que Auschwitz no era un campo de exterminio, sino un campo de trabajo y, así, acallar los rumores que había sobre los crímenes humanos que el ejército nazi estaba cometiendo en Austchwitz.







Salí de Austchwitz sin saber verdaderamente cómo contar lo que allí sentí. Y, a día de hoy, aunque puedo relatar qué me encontré, aunque puedo mostrar las fotos que hice con la tarea malograda de intentar reproducir lo que mis ojos estaban viendo, sigo sin poder contar lo qué es Austchwitz, porque uno tiene que estar allí para dejar que el propio lugar te cuente lo que allí sucedió.



domingo, 23 de febrero de 2014

UN PASEO POR EL TIEMPO: POLONIA (2ª parte)

Hoy ha lucido el sol en París y, pasé parte de la tarde con un amigo en un parquecito charlando sobre cosas de la vida y, al final, nuestra conversación terminó derivando en uno de los episodios de la historia que más despiertan mi interés, la II Guerra Mundial. Así que, hoy me parece un buen día para saldar mi cuenta pendiente con ese hermoso país que es Polonia y al que espero regresar no una, sino muchísimas veces.
Entre los muchos defectos de una postdoc española por el mundo, uno es mi limitado conocimiento en Historia. Desgraciadamente, nunca fui buena en retener fechas, nombres de personajes históricos o de lugares. De modo que, intento hablar poco de Historia y escuchar mucho a la gente que sabe (bien porque son expertos en la materia, como mi amigo Fernando, o porque sus habilidades les permiten retener datos importantes y relacionar todos ellos, como mi padre o mi hermano).
En realidad no tengo una razón para explicar por qué me atrae tanto la Historia relacionada con la II Guerra Mundial pero, cuando supe que tenía la oportunidad de ir a Polonia a un congreso mi cabeza pensó en la oportunidad para conocer uno de los lugares de los que, los no expertos en Historia más hemos oído hablar en relación a este hecho histórico.

Cuando llegué a Cracovia, además de sentirme en casa por la amabilidad de la gente, me sentí en casa por el tamaño que tiene la ciudad y, porque, igual que Salamanca (mi ciudad) en cada rincón de Cracovia parece respirarse un trozo de Historia. A diferencia de Varsovia que fue destruida por los nazis durante la guerra, Cracovia no fue bombardeada (ya que, los dirigentes del ejército alemán que estaba en Polonia decidieron establecer en Cracovia, por su ubicación, la ciudad dónde residir). Esto ha permitido que Cracovia conserve todo su encanto y en sus calles se perciba los distintos toques de la historia del país (desde la “unión” con Lituania, pasando por la invasión Austriaca, Húngara, Alemana, Rusa…).
Fachada del Colegio Maius, el edificio universitario más antiguo de Polonia

Interior del Colegio Maius

Basílica de San Francisco de Asis

Iglesia de San Andrés

Barbacana (fortificación Medieval)

Calle Florianska

Basílica de Santa María
Plaza del Mercado 
Torre del antiguo Ayuntamiento
Basílica de Santa Trinidad

Catedral de Wawel -Castillo de Wawel

Castillo de Wawel
Dragón de Wawel
Muralla defensiva (s. XIII)

Una de las cosas que más me llamaron la atención en Polonia fue su gran unión de la población a la vida religiosa. Uno podría pensar que esta devoción es debida a que el Papa Juan Pablo II nació en Wadowice (una población situada a 50 km de Cracovia). Sin embargo, oyendo hablar a los jóvenes polacos con los que me crucé durante mis días en Cracovia, llegué a la conclusión de que, para ellos la iglesia no era algo lejano al pueblo ya que, durante la II Guerra Mundial, los religiosos polacos también fueron perseguidos por el ejército nazi (de ahí los conocidos como 108 mártires de Polonia, todos religiosos a excepción de 9 laicos, beatificados por Juan Pablo II en el año 1999).



Como anécdota a este respecto, recuerdo el momento en que paseando llegamos a la Iglesia de San Florián. En esta iglesia, Juan Pablo II ejerció como religioso durante dos años. Tras entrar en la iglesia para ver su interior mis acompañantes me ofrecieron dejarme sola durante unos instantes para que pudiese rezar. Y, aunque en cualquier otra circunstancia, una hubiese reconocido su lejanía con respecto a la Iglesia… en este caso, decidí optar por el silencio por miedo a ofender a mis acompañantes, al fin y al cabo, he de reconocer que Juan Pablo II siempre fue alguien que me cayó bien, quizás porque su naturaleza polaca le hacía de por sí una persona entrañable (a día de hoy, aún no he conocido una sola persona polaca que no merezca la pena habértela cruzado por el camino así que, mi teoría es que, los polacos por naturaleza son personas entrañables). Así que, ahí estuve, sentada durante unos minutos observando a la gente cómo rezaba mientras me preguntaba cuánto tiempo más o menos se tarda en rezar para no salir demasiado pronto de la iglesia.



Pero, si Cracovia como ciudad es un monumento en sí, sus alrededores no dejan tampoco indiferente.
Próxima a Cracovia se encuentra otra ciudad llamada Wieliczka. Aquí se localizan las Minas de Sal de Wieliczka, declaradas en 1978, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Lo hermoso de este lugar, a parte del interés que uno pueda tener por saber cómo es una mina de sal, claro, es que los propios mineros tallaron en la roca personajes míticos e históricos. Destacando la capilla, completamente elaborada sobre la roca.


















Cuando mis días en Cracovia y alrededores terminaron, puse rumbo a Varsovia. En el caso de esta ciudad, capital de Polonia, el centro fue destruido durante los acontecimientos del Alzamiento de Varsovia en el año 1944 y, eso queda plasmado en el tipo arquitectónico de la ciudad. No obstante, a pesar de ese aspecto de ciudad moderna, las calles de Varsovia tampoco escapan a la Historia. Quizás, en este caso menos ligadas a la II Guerra Mundial y, más unidas a un personaje histórico de suma importancia en la Ciencia y, sin duda alguna, en el papel de las mujeres en la Ciencia. Y, es que, fue esta ciudad, la más grande del país, la que vio nacer a la conocida Marie Curie en el año 1867.









Pero, a parte de este paseo por Varsovia siguiendo los pasos de Marie Curie algo que me dejó un gran recuerdo fue el trayecto desde Cracovia a Varsovia. Cuando planifiqué mi viaje decidí hacer este trayecto en tren porque, a diferencia del avión, incluso del autobús, el tren siempre te permite explorar mejor el paisaje.
Este trayecto en tren, fue además un viaje en el tiempo. El tren en el que viajé no tenía nada que ver con los trenes modernos tipo AVE o TGV. Estaba formado por pequeños compartimentos en los que podían viajar en cada uno hasta cuatro personas. Conmigo tan sólo viajaba una persona más. Era un hombre, no muy mayor, unos 50 años aproximadamente, vestido de traje. Se trataba de un religioso, algo que deduje por el alzacuellos blanco que asomaba bajo su jersey.
Cuando apenas había transcurrido una hora de viaje, un señor con traje de revisor entró en el compartimento en el que viajaba y, me dijo algo en polaco. Yo iba tan absorta en el paisaje que su llegada pareció sacarme de un sueño. Me quedé mirándole sin entender nada. Por un lado pensé que me estaba pidiendo mi billete pero, deduje que no era así porque el hombre en vez del aparatito para picar el billete traía un carrito con jarras de té/café y galletas. Después de que el señor que venía con el carrito me repitiese varias veces la misma frase, el religioso polaco se dio cuenta de que era extranjera y no entendía lo que me estaba preguntando así que, muy amablemente me explicó en inglés que, venían a traernos el desayuno y que el hombre quería saber si tomaría té o café. Tras este primer intercambio de palabras con el religioso y, mientras desayunábamos, el religioso polaco y yo mantuvimos una agradable conversación, en la que él me contaba cosas sobre Polonia y, además, me preguntaba sobre mi país de origen, España y mi vida en Francia y, que duró hasta nuestra llegada a Varsovia, .


Tras mis días en Varsovia, regresé a París. Con la sensación de deberle mucho más tiempo a Polonia y sabiendo que me dejaba muchos lugares que "conozco" pero que aún no pude descubrir, como por ejemplo la ciudad de Poznan.