Entre viaje y viaje, experimento y experimento, una tiene tiempo para la reflexión y, hoy, ha tocado.
En el año 2006 fue la primera vez que hice
las maletas para irme durante una "temporada larga" de mi casa. En concreto iban
a ser cuatro años. Cuatro años en los que quería aprender a vivir por mi misma.
Quería conocer nuevos lugares, poder tener otras referencias de cómo vivir. En definitiva, dar un paso más y madurar como persona. Así
llegué el 3 de Septiembre del 2006
a Zaragoza. Después de esos cuatro años en los que aprendí muchas cosas y, cuatro años después de entregar mi carrera profesional a la
Ciencia, decidí comprarme un billete de ida y vuelta a París. Sí, un billete de
ida y vuelta porque, aunque vivir fuera de casa es una experiencia genial, uno
siempre quiere volver. Así que, mi billete esta vez era para dos años.
Me iba en las mejores condiciones, con la
mejor beca de postdoc a nivel europeo, a una ciudad grande bien comunicada con
España, en un momento en el que la Ciencia española parecía que llegaría lejos. Pero, me olvidé leer la letra pequeña de ese
billete que compré. La salida de España estaba confirmada pero no el viaje de
regreso.
Y, así es como la historia de un Científico
que salió al extranjero para mejorar su formación se convierte en la historia
de un Científico que siente que le han cerrado las puertas en su país. Una
historia que no es única.
Es más, ahora ni siquiera es exclusiva de los científicos. Ahora es la vida que les ha tocado vivir a la mayoría de los que decidieron orientar su futuro a realizar unos estudios, pensando que, "estudiando llegarían lejos". Y, la verdad es que, literalmente, estamos llegando lejos, tanto que estamos transpasando fronteras.
Y de esto se ha hecho eco un vídeo que empezó el otro día a circular por Internet:
Después de leer las reacciones que provocó en
las redes sociales este video, pude confirmar que a todo el mundo le produce una sensación
nostálgica.
Sin duda el video reproduce lo que nos pasa a
los que estamos fuera y, sabemos que ya no hay un billete de vuelta.
El día
antes del viaje que te va a llevar de "regreso a casa” uno siente una alegría
que pocas cosas la pueden estropear. En mi caso, al igual que aparece en el video, esa llegada a la T4 que, uno termina
conociendo de memoria. Paseo por el transporte público de Madrid, siempre
siguiendo la misma rutina, como si fuese un viaje que uno hace todos los días.
Cuando llegas al autobús que une Madrid con tu ciudad, ya empiezas a
sentirte en casa. El paisaje siempre es el mismo, monótono pero lleno de emoción.
Según van pasando los kilómetros, voy buscando esas luces en el horizonte que
me dicen que allí está mi ciudad y, así hasta que puedo ver el paisaje más
bonito. Y, sí, la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, Notre Dame, el Sacré Coeur
no tienen nada que hacer al lado de esa imagen de la Catedral con el río Tormes
a sus pies.
Y, llegas a casa y, todo está igual que la última
vez. Siempre lo mismo: te reciben con tu cena favorita, las mismas preguntas…
todo igual. Una monotonía que uno está deseando encontrar porque, es lo que te
dice que has vuelto a casa.
Pero, nuestros billetes en este viaje, como
dice el video, sí tienen fecha de vuelta. Nunca he sabido hasta ahora qué
pasaba al otro lado del escenario. Uno nunca piensa que ese sentimiento de
nostalgia es compartido. En el caso de los que nos vamos, así es como pasamos nuestro viaje de vuelta,
tristes por no poder estar “allí”, porque te vas y te dejas cosas por cada sitio
en donde vives.
Nuestra llegada a nuestro país de “adopción”
es otro reencuentro más. Aquí, también nos quieren y, nos cuidan. Nos creamos
una pequeña familia, generalmente, formada por gente que está en la misma
situación o, que en algún momento ha pasado por lo mismo y, saben lo duro que
son esas despedidas y estar lejos de tu país.
Pero esos primeros días de vuelta… ese primer
día en el que me despierto y sé que estoy en mi rutina de vida científica pero,
me niego a abrir los ojos porque por unos instantes, uno desea estar confundido
y, mantiene la ilusión de que va a abrir el ojo y va a encontrarse en un lugar, a miles de kilómetros, con todo como siempre, con la misma rutina. El padre que
se levanta el primero y que te despierta en su ir y venir. Esa bola de pelo que
duerme al lado de mi cama y que se convierte en mi sombra las 24 h del día. Una
madre que se despierta para organizar el día a día, como cualquier día pero sin
que sea un día cualquiera. Un hermano que va pasando a nuevas etapas de la
vida. Unos amigos que siguen adelante…
Poco a poco uno vuelve a su vida fuera, siempre dependiendo de las nuevas tecnologías que son las que nos permiten
estar lejos pero cerca. Y, es en ese día a día, cuando recuerdo una de las
cartas que me mandó una gran amiga, Ysabel, durante los meses que estuvo en Italia. En
esa carta estaba una parte de la letra de una canción de Los Secretos y, hoy
esa canción, marca un poco lo que uno siente cada vez que uno emprende un
viaje.
Y, para finalizar este post tan reflexivo: gracias
a “Generando Imagen” y “Esther Illa” por este video homenaje a las dos partes,
víctimas de estas historias. Realmente me gustaría que alguien consiguiese
sentar a esos políticos delante de una pantalla y les hiciesen ver el video. Me
gustaría saber cuál es su reacción. Cómo justifican esto y, sobre todo, me
gustaría que algún día ellos viviesen estas historias en su propia piel. Quizás
entonces se darían cuenta de lo que están haciendo.