Parece que se acercan las Navidades. Yo nunca he sido amante de estas fiestas pero, desde que hace más de 7 años, hice la maleta para irme de mi ciudad a recorrer el mundo buscando descubrir los misterios de la Ciencia, a partir de mediados de Diciembre empiezo a sentirme como un niño esperando sus vacaciones y, a los Reyes Magos, a Papá Noël o al Olentzero, según las preferencias de cada uno. Sigo sin ser muy amante de las Navidades pero, no dejan de ser dos semanas de vuelta a casa. Reencuentro con la familia, con los amigos... vuelta a ese pueblo, tres veces más pequeño que la Ciudad Universitaire de París en donde vivo.
Es en esta época cuando te da por pensar y recordar. Y, el otro día, quizás añorando un rayito de sol entre las nubes grises de París, recordé mi primer viaje al "extranjero" (es decir, fuera de Francia) de mi post-doc, del 2 al 12 de Diciembre del 2011.
Todo comenzó el día que mi amigo a la vez que compañero de post-doc Fede vino a hablarme sobre un congreso en un sitio llamado Aruba. Me podía haber dicho Aruba o cualquier otro nombre porque, de inicio no lo ubiqué en el mapa hasta que nombró la palabra Caribe. Aruba es una isla de las Antillas Holandesas situada a 25 km de la Península de Parguaná (Venezuela). Hasta entonces, yo nunca me había sentido muy atraída por ninguna isla del Caribe o, al menos, no para irme de vacaciones a uno de esos complejos hoteleros con todo tipo de lujos y distracciones pero, esta vez, la Ciencia me iba a dar la oportunidad de probar algo desconocido para mi.
Decidimos hacer un viaje de dos semanas. Una semana de congreso y, una semana para conocer la isla. Obviamente, la semana del congreso nos alojaríamos en el mega-hotelazo donde se organizaba el congreso, situado, obviamente, en la parte más "turística" de la isla. La situación a nuestra llegada fue, cuando menos, curiosa. Fuimos Fede, Gus, Rober y yo al congreso y, si algo era evidente es que, teníamos poca experiencia en alojarnos en sitios de estos. Las maletas las dejabas en la recepción y cuando llegabas a tu habitación, allí estaban. Ibas a la piscina y, un señor te venía a dar una toalla. Tenías sed o hambre y, podías beber y comer sin restricción alguna... De hecho, para no sentirnos culpables de disfrutar bien los desayunos, las comidas, las cenas, los "coffe-break" del congreso, etc, todas las mañanas antes de desayunar íbamos al gimnasio del hotel. El caso es que, con tanto lujo, siempre había un momento de duda en el que nos mirábamos entre nosotros y, nos preguntábamos: "¿estamos seguros de que todo esto es gratis?"
Obviamente, no todo fue una vida de lujo. Tuvimos que aguantar las charlas del congreso y, fue mérito teniendo en cuenta lo que nos rodeaba y, sobre todo que, una vez más, las plantas fueron las grandes olvidadas en este congreso de "Chromatin: Structure and Function". Y, por otro lado, tampoco puedo mostraros fotos porque, para la protección de datos científicos, estaba prohibido hacer fotos dentro de las salas donde se celebraba el congreso.
La cena de gala del congreso fue en la playa. Porque, por supuesto, el hotel tenía entrada directa a la playa.
Pero, el congreso acabó y, nosotros nos fuimos a la parte de la isla donde más a gusto nos sentíamos. A la parte más caribeña. Mucho más salvaje, sin grandes lujos y, a 15 minutos andando y cruzando carreteras sin semáforos para poder llegar a la playa.
Nos alojamos en unos apartamentos en donde todo el turismo que había era de zonas próximas. Comprábamos en un supermercado como los de barrio de toda la vida en España. En el recinto de los apartamentos, había una gatita, que bautizamos con el nombre de Garfelina. Era una gata linda, acostumbrada a tener contacto humano, salvo con Rober con quién no estableció ningún tipo de amistad (aunque creo que el sentimiento era recíproco). Pensábamos que, a pesar de todo era una gata callejera y, estuvimos dándole comida y leche todos los días. Pero, resulto que no era una gata callejera sino, una gata aprovechada. Había sido adoptada por la familia que gestionaba los apartamentos y, como a todo el mundo le gustaba la gata, todo el mundo le daba de comer (además de la comida que sus dueños le proporcionaban).
También vivimos un episodio de tormenta caribeña y, comprobamos que, existe la lluvia de ranas.
La sección española de la expedición además confirmó que a pesar de los kilómetros, nuestro carácter es similar al centro-sudamericano. Lo comprobamos el día en que unas madres habían ido a pasar unos días de descanso con sus hijos al mismo recinto de apartamentos que nosotros. Además de mosquitos que, parecían adorar la sangre española, había lagartos por todas partes. Un día, estábamos en la piscina y, los niños empezaron a acorralar a un pobre lagarto. El lagarto intentó escapar de los niños psicópatas, con tan mala suerte que, intentó pasar por uno de los agujeros de la verja por el cual no cabía y, se quedó atascado. Nadie pareció estar muy preocupados pero, algunos, somos biólogos por vocación así que, allí estuvimos utilizando nuestro ingenio para intentar liberar al lagarto sin ser atacados por él. Finalmente, todo quedó en un susto y, el lagarto pudo huir a un sitio sin niños psicópatas, nosotros no sufrimos las consecuencias de intentar salvar un lagarto cabreado y, por supuesto, los niños no recibieron ningún tipo de reprimenda ni castigo por parte de sus madres.
Si bien, Aruba no es una isla muy grande, tiene zonas salvajes que, merece la pena visitar. Eso sí, cualquier idilio puede venirse abajo. Y, eso fue lo que nos pasó a nosotros cuando fuimos a la otra punta de la isla para llegar hasta una de las playas más bonitas que nos dijeron que había. La playa era impresionante, con un agua totalmente cristalina, colores turquesas, etc, etc pero, dependiendo de la dirección en qué mirases, las maravillosas vistas se veían interrumpidas por una petrolera estadounidense. Aún así, mereció la pena.
Y, os preguntaréis que qué idioma hablan en Aruba. Pues, si bien tienen su propia lengua, todo el mundo habla español. En mi caso, pude practicar ruso porque, cuando estábamos en esta playa tan idílica con su petrolera de fondo, un ruso se nos acercó y nos empezó a habar en ruso, como si fuese lo más normal del mundo que le fuésemos a entender. Menos mal que mi amiga Marta, me ha preparado bien para defenderme en dicha lengua eslava, la pena es que, siempre que me surge la ocasión, ella nunca está para sentirse orgullosa de mi. Pero, esto es como nuestra asistencia a las conferencias del congreso en Aruba, la único que se puede hacer es, confiar en mi palabra.
Sin duda y, a falta de unos meses para que acabe mi etapa de post-doc Marie Curie, creo que, este será casi seguro "EL CONGRESO". Por el viaje, por la semana después del congreso y, sobre todo, por la compañía. No todo el mundo puede decir que se fue dos semanas al Caribe acompañada de tres mozos muy guapos y simpáticos o, como me han enseñado Fede y Gus a decir, con dos POTROS RE-COPADOS (dicho con acento argentino, claro).